sábado, 28 de julio de 2012

martes, 17 de julio de 2012

EVALUACIÓN


APRECIADOS COLEGAS DOCENTES...


Creo que la autoevaluación no consideró todos los factores que uno tomaría en cuenta para "calificar" un proceso de aprendizaje.


Igual... el compartir fue interesante.


Esperemos la evolución de los trabajos y la última presentación para tomar la decisión final.


Un abrazo.


HERNÁN NIEO


REPORTE DE BLOGs RECIBIDOS
  1. VALENTINA RAMOS
  2. YENNY PALACIO
  3. MARIELA GÓMEZ
  4. MARY ELENA CONTRERAS
  5. WILSON NIÑO
  6. MIGUEL PALACIOS
  7. CARLOS ORTIZ
  8. EDINSON GUERRERO
  9. JORGE ÁLVAREZ
  10. HERMINIO MARTÍNEZ
  11. LUIS EFRÉN MURILLO

PENDIENTES
  • LUCÍA
  • ELIZABETH
  • LUIS
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  • WILSON
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  • JESÚS






domingo, 8 de julio de 2012

Elaboración de ensayo


ESCRIBIR UN ENSAYO


Para escribir un buen ensayo basado en argumentos, usted debe usar argumentos tanto como un medio para indagar, como para explicar y defender sus propias conclusiones. Debe pensar el trabajo examinando los argumentos de sus contrincantes y luego debe escribir el ensayo mismo con un argumento defendiendo sus propias conclusiones con argumentos y valorando críticamente algunos de los argumentos de la parte contraria.

COMPOSICIÓN DE UN ENSAYO BASADO EN ARGUMENTOS
•Elija una conclusión que piensa que pueda defender.
•Después organice el ensayo de manera de que se trate todo lo que necesita ser tratado y, de este modo, pueda presentar la argumentación de manera más eficaz.
•Saque una hoja grande de papel y un lápiz para preparar el esquema.

Puntos principales de un ensayo:
•Explique el problema.
•Formule una propuesta o afirmación definitiva.
•Desarrolle sus argumentos de un modo completo.
•Examine las objeciones.
•Examine las alternativas.

Explique el problema:
•Comience por presentar la pregunta que quiere responder; luego, explíquela.
•¿Por qué es importante?
•¿Qué es de lo que depende la respuesta?
•Si está formulando una propuesta para acciones o medidas futuras, comience mostrando que en la actualidad tenemos un problema.
•¿Por qué otros deberían compartir sus preocupaciones o deberían estar interesados en sus ideas de cambio?
•¿Qué le condujo a usted a interesarse por la cuestión?
•Considere su audiencia.
•Tome en cuenta que la audiencia puede no ser conciente de la cuestión, o de la gravedad del problema: su tarea es hacer que tomen conciencia de ello.
•Para justificar su interés por una pregunta o cuestión particular, es posible que necesite apelar a valores o pautas compartidas.

Formule una propuesta o afirmación definitiva:
•Si está formulando una propuesta, sea específico.
•Después ofrezca tantos detalles como sea necesario.
•Si su objetivo es evaluar algunos de los argumentos a favor o en contra de una determinada afirmación o propuesta, puede que no esté formulando una propuesta propia o, ni siquiera, llegando a una decisión específica.
•Por ejemplo, quizá tan sólo pueda examinar una sola línea argumental en una controversia.
•Si es así, diga clara e inmediatamente que eso es lo que usted se ha propuesto hacer.
•A veces su conclusión puede ser simplemente que los argumentos de alguna tesis no son concluyentes.
•De ser así, está bien, pero formule esta clara conclusión inmediatamente. Comience diciendo: “En este ensayo, debatiré que los argumentos a favor de X no son concluyentes”, de otra manera su ensayo parecerá no concluyente.

Desarrolle sus argumentos de un modo completo:
•Una vez aclarada la importancia de la cuestión que está tratando, y una vez que haya decidido qué es exactamente lo que se propone hacer en su trabajo, está en condiciones de desarrollar su argumento principal.
•Planificar es importante. Su trabajo tiene límites: no cerque más tierra de la que puede arar. Un argumento bien desarrollado es mejor que tres sólo esbozados.
•No use cualquier argumento que considere que favorece su tesis. Además, diferentes argumentos pueden no siempre ser compatibles.
Concéntrese en uno o dos de los mejores.
•Si hace una propuesta, tiene que mostrar que resolverá el problema con el cual comenzó. A veces con mostrar con exactitud la propuesta resulta suficiente.
Si propone que en el país se instituya un programa de validación para las escuelas, entonces será necesaria una argumentación cuidadosa.
•Tiene que mostrar que dicho programa fomentaría la libertad de elección, que habría un serie de escuelas disponibles, y que estas escuelas serían claramente mejores que las actuales.
•Tendría que argumentar acerca de las causas y efectos, mediante ejemplos.
•Si debate a favor de una afirmación filosófica, éste es el lugar para desarrollar sus principales argumentos.
•Si objeta a favor de su interpretación de un texto o suceso, éste es el lugar para explicar los detalles de ese texto o suceso, y para explicar su interpretación detenidamente.
•Si su ensayo es una valoración de algunos argumentos en una controversia, explique aquellos argumentos y las razones de su evaluación.
•Si fundamenta una afirmación en un argumento mediante ejemplos, asegúrese de tener un buen número representativo de ellos.
•Si usa una forma deductiva, asegúrese de que es válida y de que cualquier premisa cuestionable también es defendida.

Examine las objeciones:
•Anticípese a preguntas escépticas:
¿No es demasiada cara su propuesta?
¿No tardará demasiado?
¿Ha sido probada con anterioridad?
¿Puede conseguir gente para llevarla a cabo?
•Si su propuesta será difícil de implementar: admítalo; y explique que intentarlo igual merece la pena.
•La mayoría de las propuestas no tienen un solo efecto sino muchos.
•Debe examinar qué desventajas puede tener su propuesta.
•Anticípese a las desventajas que otros puedan enarbolar como objeciones, sáquelas a colación usted mismo y respóndalas.
•Argumente que las ventajas superan a las desventajas (y asegúrese, previo análisis, de que así es).
•También puede argumentar que algunas posibles desventajas no se darán en la práctica.
•Si escribe un trabajo académico, busque las críticas a su afirmación o interpretación en textos asignados para el curso.
•También encontrará objeciones hablando con personas de diferentes puntos de vista, y en su trasfondo de lecturas.
•Escudriñe estas críticas por completo, seleccione las más fuertes o más comunes, y trate de responderlas.

Examine las alternativas:
•Ésta es una regla obvia, pero es pasada por alto constantemente. Si defiende una propuesta, no es suficiente mostrar que su propuesta resuelve un problema.
•También puede mostrar que es mejor que las otras maneras plausibles de resolver ese problema, bajo las circunstancias dadas.
•Si interpreta un texto o un suceso, tiene que examinar las interpretaciones alternativas.
•Por más hábil y profunda que sea su explicación de por qué sucedió una cosa, alguna otra explicación puede parecer más probable.
•Tiene que mostrar que las otras explicaciones son menos probables.



ESCRIBIR EL ENSAYO
•Usted ha explorado su cuestión y ha desarrollado un esquema.
Está listo para escribir el ensayo mismo.
•Recuerde que escribir la versión formal es sólo el último paso.
•Use un lenguaje concreto, específico, definitivo, juegue limpio.
•Siga su esquema.
•Formule una introducción breve.
•Exponga sus argumentos de uno en uno.
•No olvide la claridad.
•Apoye las objeciones con argumentos.
•No afirme más de lo que ha probado.

Use un lenguaje concreto, específico, definitivo, juegue limpio:
•Utilice siempre las palabras pertinentes.
•Use los términos de un modo consistente: evite la ambigüedad.
•No utilice una misma palabra con distintos sentidos.
•No dé por entendidos conceptos cruciales en la argumentación.
•Puede especificar el significado de un término común, siempre que explique su nueva definición y la use consistentemente.
•Si usa términos que en otras lenguas son más específicos, enúncielos en su idioma original y explique su acepción en español.

Siga su esquema:
•Siga su esquema cuando comience a escribir.
•No pase de un punto a otro, si éste debe venir más tarde.
•Si al escribir le parece que su ensayo tiene una estructura desacertada, deténgase y revise su esquema. Después, siga de nuevo.

Formule una introducción breve:
•Muchos estudiantes usan toda la primera página de su ensayo (de cuatro páginas), simplemente para hacer una presentación del trabajo, a menudo de manera muy general e irrelevante:
Durante siglos, los filósofos han discutido sobre la existencia de Dios… (NO)
En este ensayo, argumentaré que Dios existe. (SÍ)
Este trabajo probará que la institucionalización de un programa de validación para las escuelas primaria y secundaria, conduce a una sociedad de mayor intolerancia y aislamiento entre las personas de diferentes clases sociales.

Exponga sus argumentos de uno en uno:
•Como regla general exponga un argumento por párrafo.
•Incluir muchos puntos diversos en el mismo párrafo sólo confunde al lector y hace perder aspectos importantes.
•Use su principal argumento para plantear sus párrafos.
•Primero exponga sus intenciones con claridad, y después puede utilizar el silogismo hipotético que ya analizamos.
•Primero formule su principal argumento en un párrafo.
•Si no quiere incluir todos los pasos, al menos dé una clara idea de hacia dónde quiere llegar.
•Luego explique y defienda este argumento, y dedique un párrafo a cada premisa.
•Siga este modelo para todos los argumentos, no solamente para las deducciones.
•Cuando las premisas se convierten en las afirmaciones principales de párrafos separados, es precisamente su formulación paralela la que mantiene unido el argumento en su conjunto.

No olvide la claridad:
•Quizá usted sepa exactamente lo que quiere decir, para usted todo está claro, pero muchas veces no lo está para cualquier otra persona.
•Las cuestiones que a usted le parece que están relacionadas, a algún lector de su ensayo le pueden parecer totalmente desvinculadas.
•Por lo tanto, es esencial explicar las conexiones entre sus ideas, aun si le parecen absolutamente claras.
¿Cómo se relacionan sus premisas entre sí y fundamentan su conclusión?
•La claridad es tan importante para usted como lo es para sus lectores.
•Las cuestiones que a usted le parecen relacionadas puede que no estén realmente conectadas, y al tratar de aclarar las conexiones descubrirá que aquello que le parecía tan claro no lo es en absoluto.
•Una buena prueba sobre claridad consiste en dejar de lado la primera redacción del trabajo durante uno o dos días, y leerla entonces nuevamente.
•Otra buena prueba es mostrar su ensayo a sus amigos para su lectura.

Apoye las objeciones con argumentos:
•Al desarrollar sus argumentos de una manera cuidadosa y completa, también tiene que desarrollar cuidadosamente y en detalle los posibles argumentos de las otras partes, aunque no de un modo tan completo como los propios.
No afirme más de lo que ha probado
•Termine sin prejuicios:
En conclusión, todas las razones parecen favorecer el programa de validación, y ninguna de las objeciones se mantiene en pie. Obviamente en el país se debería de adoptar un programa de validación tan pronto como sea posible. (NO)
Argumenté en este ensayo que hay al menos una buena razón para adoptar el programa de validación. Aunque hay algunas objeciones serias, parece posible modificar el sistema de validación para hacerles frente. Merece la pena intentarlo. (SÍ)


LAS FALACIAS EN LA ARGUMENTACIÓN
Las dos grandes falacias:
Extraer conclusiones de una muestra demasiado pequeña.
Olvidar las alternativas.

Relación de falacias:
Ad hominen. Atacar a la persona de la autoridad alegada, en vez de atacar sus cualificaciones.
Ad ignorantiam. Apelar a la ignorancia.
Ad misericordiam. Apelar a la piedad.
Ad populum. Apelar a las emociones de la multitud, apelar a una persona que se comporta como la multitud.
Afirmar el consecuente. Una falacia deductiva: Si p entonces q. q. Por lo tanto p.
Ambigüedad. Usar una palabra simple por más de un sentido.
Causa falsa. Término genérico para una conclusión cuestionable sobre causa y efecto.
Composición. Asumir que un todo debe tener las propiedades de sus partes.
Definición persuasiva. Definir un término de tal manera que parezca neutral, pero que de hecho es sutilmente emotivo.
Descalificar la fuente. Usar lenguaje emotivo para menospreciar un argumento, incluso antes de mencionarlo.
División. Asumir que las partes de un todo deben tener las propiedades de un todo.
Falso dilema. Reducir las opciones que se analizan sólo a dos, a menudo drásticamente opuestas e injustas para la persona contra quien se expone el dilema.
Hombre de paja. Caricaturizar la opinión del oponente de tal manera que resulte fácil refutarla.
Negar el antecedente. Falacia deductiva: Si p entonces q. No-p. Por lo tanto, no-q.
Non sequitur. Extraer una conclusión que no se sigue.
Palabras equívocas. Cambiar el significado de una palabra en medio de un argumento, de tal modo que su conclusión pueda mantenerse aunque su significado se haya modificado radicalmente.
Petición de principio –petitio principii-. Usar de modo implícito la conclusión como premisa.
Pista falsa. Introducir cuestiones irrelevantes y desviar la atención del tema principal.
Post hoc, ergo propter hoc. (Literalmente: “después de esto, por lo tanto, debido a esto). Asumir la causalidad demasiado pronto sobre la base de la mera sucesión en el tiempo.
Preguntas complejas. Exponer una pregunta o una cuestión de tal manera que una persona no pueda acordar o discrepar con usted sin obligarse con alguna otra afirmación que usted quiere promocionar.
Provincianismo. Error por universalizar un hecho local.
Suprimir prueba. Presentar sólo una parte de un conjunto de datos que apoyen su afirmación, ocultando las partes que la contradicen.

LECTURAS SUGERIDAS:
ANSCOMBRE, Jean-Claude y Oswald Ducrot. La argumentación en la lengua. Tr. Julia Sevilla y Marta Tordesillas. Ed. Redos, Madrid, 1994. (Biblioteca Románica Hispanoamericana. Manuales, 75)
BEUCHOT, Mauricio y Edgar González Ruiz. Ensayos sobre teoría de la argumentación. Universidad de Guanajuato, México, 1993.
ECO, Umberto. Interpretación y sobreinterpretación. Tr. Juan Gabriel López Guix, Cambridge University Press, 2ª ed., Madrid, 1997.
MARTÍNEZ, José Luis. “Orígenes y definición del ensayo” en El ensayo mexicano moderno, I. F.C.E., 3ª ed., México, 2001.
MOLL SUREDA, María Elena. “El ensayo como estructura lingüística y construcción de sentido” en Onomazein. No. 5, Chile, 2000.
PREISTLEY, Maurer. Técnicas y estrategias del pensamiento crítico. Ed. Trillas, México, 1996.
PUIG, Luisa. Discurso y argumentación: un análisis semántico y pragmático. UNAM, México, 1991. (Cuadernos del Seminario de Poética, 15).
REY, Jöelle. “La argumentación en la divulgación científica” en Escritos. Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje. Número 17/18, Universidad Autónoma de Puebla, México, enero-diciembre de 1998.
RICŒUR, Paul. Teoría de la interpretación. Discurso y excedente de sentido. Tr. Graciela Monges Nicolau, Ed. Siglo XXI, México, 1995.



Mapa conceptual

MAPA CONCEPTUAL


Apreciado alumno.

Recuerde que un mapa conceptual es una técnica usada para la representación gráfica del conocimiento. Como se ve, un mapa conceptual es una red de conceptos. En la red, los nodos representan los conceptos, y los enlaces las relaciones entre los conceptos.

En este link pueden descargar el programa cmaptools que es una herramienta excelente para este propósito, muy amable en su presentación y muy didáctica para el sentido de la elaboración que se requiere; además de ser gratuito.

Una primera guía para abordar este propósito es la siguiente, para aquellos que no conozcan como acercarse a esta importante estrategia y la quieran conocer, así como enseñarla a otros:

 http://www.eduteka.org/pdfdir/MapasConceptuales.pdf

El Elogio de la Dificultad


EL ELOGIO DE LA DIFICULTAD

 

Estanislao Zuleta[1]


La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la  felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de Cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por lo tanto también sin carencias y sin deseo: Un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.
Todas esas fantasías serían inocentes e inocuas, si no fuera porque constituyen el modelo de nuestros propósitos y de nuestros anhelos en la vida práctica.
Aquí mismo, en los proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada, de las reconciliaciones totales, de las soluciones definitivas. Pude decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos; que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear. Deseamos mal. En lugar de desear una relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros, un nido de amor y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En lugar de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de la satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de desear una filosofía llena de incógnitas, y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente si han existido.
Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado es que anhelemos regresar a él.
Desconfiemos de las mañanas radicales en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la antigüedad hasta hoy, los horrores a las que pueden y suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia- por la desgracia- de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran uno del otro de la idealización y el terror. La idealización del fin, de una meta y el terror de los medios que procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos no son sus argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de malignos propósitos. En lugar de discutir un razonamiento, se le reduce a un juicio de pertenencia al otro- y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo- o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda opción, sino también toda diferencia: el que no está conmigo está contra mí, y el que no está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant,  un verdadero abismo de la Razón que consiste en la petición de un fundamento último e incondicionado de todas las cosas, así también hay un verdadero abismo de la acción que consiste en la exigencia de una entrega total a la "causa" absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición o como agresión.
Ahora sabemos por una amarga experiencia que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus orgías de fraternidad, no es una característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma un discurso particular - todos lo son - como la designación misma de la realidad y los otros como ceguera o mentira.
El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan  con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por si mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por participación, separan un interior bueno - el grupo - y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad no ignoro ni olvido que precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una inaudita capacidad de entrega y sacrificio; que sus miembros desean y aceptan el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo, porque lo que el hombre teme por encima de todo, no es la muerte y el sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el respeto.
Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. No se quiere saber nada del respeto ni de la reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como signos de que se han abdicado las más caras esperanzas. Porque el respeto y las normas sólo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no pueden aspirar a  determinar las relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el respeto a la diferencia, solo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la diferencia pueda disolverse en una comunidad exaltada, transparente y espontánea, o en una fusión amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer sobre él una crítica, válida también en principio para el pensamiento propio, cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él, sólo puede ser imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Desde la concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de cualquier tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la gran tarea de realizar el ideal y de encarnar la Promesa; y por lo tanto sólo se reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.
Pero lo que ocurre cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente, que se aprenda a valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado o estimado sólo negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase, era fundamentalmente correcta y que el combate por la organización social racional e igualitaria sigue siendo necesaria y urgente. A la desidealización sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el solo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior.
Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran signo de interrogación sobre el valor de lo fácil;  no solamente sobre sus consecuencias, sino sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar nuestras posibilidades.
Hay que observar con cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica; es decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasos y los errores propios y los del otro cuando es adversario y cuando disputamos con él. En el caso del otro aplicamos el esencialismo: Lo que ha hecho, lo que ha pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos el circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por las circunstancias adversas, por alguna desgracia coyuntural. Él es así, yo me vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar ese resultado. El discurso del otro no es más que un síntoma de sus particularidades, de su raza, de su sexo, de  sus neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una simple constatación de los hechos y una deducción lógica de sus consecuencias. Preferiríamos que nuestra causa se juzgue por los propósitos y la adversaria por sus resultados.
Y cuando de este modo nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad  lógica que es siempre una doble falsificación, no sólo irrespetamos al otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar efectivamente el proceso que estamos viviendo.
La difícil tarea de aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas y  los intereses de las personas, los partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa por el contrario que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa  que defendemos, como para estar seguros de que no necesita, ni le conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad, podría defenderse cualquier cosa.
En el carnaval de miseria y derroche propio del capitalismo  tardío, se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad.
Dostoyevski nos enseñó a mirar hasta dónde van las tentaciones del tener una fácil relación interhumana: van no sólo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se puede lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que Bahró llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos, el deseo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del cuidado de que nuestra vida tenga sentido. Dostoyevski entendió, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de la razón.
Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que les han fabricado.

Este enfoque nuevo nos permite decir como Fausto:

"También esta noche, tierra, permaneciste firme
Y ahora renaces de nuevo a mí alrededor
Y alientas otra vez en mí
La aspiración de luchar sin descanso
Por una altísima existencia"


[1] Palabras pronunciadas al recibir el título de Doctor Honoris Causa en Psicología de la Universidad del Valle