Una versión entre otras... del Elogio de la Dificultad... de Estanislao Zuleta.
sábado, 28 de julio de 2012
martes, 17 de julio de 2012
EVALUACIÓN
APRECIADOS COLEGAS DOCENTES...
Creo que la autoevaluación no consideró todos los factores que uno tomaría en cuenta para "calificar" un proceso de aprendizaje.
Igual... el compartir fue interesante.
Esperemos la evolución de los trabajos y la última presentación para tomar la decisión final.
Un abrazo.
HERNÁN NIE天O
REPORTE DE BLOGs RECIBIDOS
- VALENTINA RAMOS
- YENNY PALACIO
- MARIELA GÓMEZ
- MARY ELENA CONTRERAS
- WILSON NIÑO
- MIGUEL PALACIOS
- CARLOS ORTIZ
- EDINSON GUERRERO
- JORGE ÁLVAREZ
- HERMINIO MARTÍNEZ
- LUIS EFRÉN MURILLO
PENDIENTES
- LUCÍA
- ELIZABETH
- LUIS
- ALEXANDER
- WILSON
- SAVIER
- JESÚS
domingo, 8 de julio de 2012
Elaboración de ensayo
ESCRIBIR UN ENSAYO
Para escribir un buen ensayo basado en
argumentos, usted debe usar argumentos tanto como un medio para indagar, como
para explicar y defender sus propias conclusiones. Debe pensar el trabajo
examinando los argumentos de sus contrincantes y luego debe escribir el ensayo
mismo con un argumento defendiendo sus propias conclusiones con argumentos y
valorando críticamente algunos de los argumentos de la parte contraria.
COMPOSICIÓN DE UN
ENSAYO BASADO EN ARGUMENTOS
•Elija una conclusión que piensa que pueda
defender.
•Después organice el ensayo de manera de
que se trate todo lo que necesita ser tratado y, de este modo, pueda presentar
la argumentación de manera más eficaz.
•Saque una hoja grande de papel y un lápiz
para preparar el esquema.
Puntos principales de
un ensayo:
•Explique el problema.
•Formule una propuesta o afirmación
definitiva.
•Desarrolle sus argumentos de un modo
completo.
•Examine las objeciones.
•Examine las alternativas.
Explique el problema:
•Comience por presentar la pregunta que
quiere responder; luego, explíquela.
•¿Por qué es importante?
•¿Qué es de lo que depende la respuesta?
•Si está formulando una propuesta para
acciones o medidas futuras, comience mostrando que en la actualidad tenemos un problema.
•¿Por qué otros deberían compartir sus
preocupaciones o deberían estar interesados en sus ideas de cambio?
•¿Qué le condujo a usted a interesarse por
la cuestión?
•Considere su audiencia.
•Tome en cuenta que la audiencia puede no
ser conciente de la cuestión, o de la gravedad del problema: su tarea es
hacer que tomen conciencia de ello.
•Para justificar su interés por una
pregunta o cuestión particular, es posible que necesite apelar a valores o
pautas compartidas.
Formule una propuesta
o afirmación definitiva:
•Si está formulando una propuesta, sea
específico.
•Después ofrezca tantos detalles como sea
necesario.
•Si su objetivo es evaluar algunos de los
argumentos a favor o en contra de una determinada afirmación o propuesta, puede
que no esté formulando una propuesta propia o, ni siquiera, llegando a una
decisión específica.
•Por ejemplo, quizá tan sólo pueda
examinar una sola línea argumental en una controversia.
•Si es así, diga clara e inmediatamente
que eso es lo que usted se ha propuesto hacer.
•A veces su conclusión puede ser
simplemente que los argumentos de alguna tesis no son concluyentes.
•De ser así, está bien, pero formule esta
clara conclusión inmediatamente. Comience diciendo: “En este ensayo,
debatiré que los argumentos a favor de X no son concluyentes”, de otra
manera su ensayo parecerá no concluyente.
Desarrolle sus
argumentos de un modo completo:
•Una vez aclarada la importancia de la
cuestión que está tratando, y una vez que haya decidido qué es exactamente lo
que se propone hacer en su trabajo, está en condiciones de desarrollar su
argumento principal.
•Planificar es importante. Su trabajo
tiene límites: no cerque más tierra de la que puede arar. Un argumento
bien desarrollado es mejor que tres sólo esbozados.
•No use cualquier argumento que considere
que favorece su tesis. Además, diferentes argumentos pueden no siempre ser
compatibles.
•Concéntrese en uno o dos de los
mejores.
•Si hace una propuesta, tiene que mostrar
que resolverá el problema con el cual comenzó. A veces con mostrar con
exactitud la propuesta resulta suficiente.
•Si propone que en el país se
instituya un programa de validación para las escuelas, entonces será necesaria
una argumentación cuidadosa.
•Tiene que mostrar que dicho programa
fomentaría la libertad de elección, que habría un serie de escuelas
disponibles, y que estas escuelas serían claramente mejores que las actuales.
•Tendría que argumentar acerca de las causas
y efectos, mediante ejemplos.
•Si debate a favor de una afirmación
filosófica, éste es el lugar para desarrollar sus principales argumentos.
•Si objeta a favor de su interpretación
de un texto o suceso, éste es el lugar para explicar los detalles de ese texto
o suceso, y para explicar su interpretación detenidamente.
•Si su ensayo es una valoración de
algunos argumentos en una controversia, explique aquellos argumentos y las
razones de su evaluación.
•Si fundamenta una afirmación en un
argumento mediante ejemplos, asegúrese de tener un buen número representativo
de ellos.
•Si usa una forma deductiva,
asegúrese de que es válida y de que cualquier premisa cuestionable también es
defendida.
Examine las
objeciones:
•Anticípese a preguntas escépticas:
–¿No es demasiada cara su propuesta?
–¿No tardará demasiado?
–¿Ha sido probada con anterioridad?
–¿Puede conseguir gente para llevarla a
cabo?
•Si su propuesta será difícil de
implementar: admítalo; y explique que intentarlo igual merece la
pena.
•La mayoría de las propuestas no tienen un
solo efecto sino muchos.
•Debe examinar qué desventajas
puede tener su propuesta.
•Anticípese a las desventajas que otros
puedan enarbolar como objeciones, sáquelas a colación usted mismo y
respóndalas.
•Argumente que las ventajas superan a las
desventajas (y asegúrese, previo análisis, de que así es).
•También puede argumentar que algunas
posibles desventajas no se darán en la práctica.
•Si escribe un trabajo académico, busque
las críticas a su afirmación o interpretación en textos asignados para el
curso.
•También encontrará objeciones hablando
con personas de diferentes puntos de vista, y en su trasfondo de lecturas.
•Escudriñe estas críticas por completo,
seleccione las más fuertes o más comunes, y trate de responderlas.
Examine las
alternativas:
•Ésta es una regla obvia, pero es pasada
por alto constantemente. Si defiende una propuesta, no es suficiente mostrar
que su propuesta resuelve un problema.
•También puede mostrar que es mejor
que las otras maneras plausibles de resolver ese problema, bajo las circunstancias
dadas.
•Si interpreta un texto o un suceso, tiene
que examinar las interpretaciones alternativas.
•Por más hábil y profunda que sea su
explicación de por qué sucedió una cosa, alguna otra explicación puede parecer
más probable.
•Tiene que mostrar que las otras
explicaciones son menos probables.
ESCRIBIR EL ENSAYO
•Usted ha explorado su cuestión y ha
desarrollado un esquema.
•Está listo para escribir el ensayo
mismo.
•Recuerde que escribir la versión formal
es sólo el último paso.
•Use un lenguaje concreto, específico,
definitivo, juegue limpio.
•Siga su esquema.
•Formule una introducción breve.
•Exponga sus argumentos de uno en uno.
•No olvide la claridad.
•Apoye las objeciones con argumentos.
•No afirme más de lo que ha probado.
Use un lenguaje
concreto, específico, definitivo, juegue limpio:
•Utilice siempre las palabras pertinentes.
•Use los términos de un modo consistente: evite
la ambigüedad.
•No utilice una misma palabra con
distintos sentidos.
•No dé por entendidos conceptos cruciales
en la argumentación.
•Puede especificar el significado de un
término común, siempre que explique su nueva definición y la use
consistentemente.
•Si usa términos que en otras lenguas son
más específicos, enúncielos en su idioma original y explique su acepción
en español.
Siga su esquema:
•Siga su esquema cuando comience a
escribir.
•No pase de un punto a otro, si éste debe
venir más tarde.
•Si al escribir le parece que su ensayo
tiene una estructura desacertada, deténgase y revise su esquema. Después, siga
de nuevo.
Formule una
introducción breve:
•Muchos estudiantes usan toda la primera
página de su ensayo (de cuatro páginas), simplemente para hacer una
presentación del trabajo, a menudo de manera muy general e irrelevante:
–Durante siglos, los filósofos han
discutido sobre la existencia de Dios… (NO)
–En este ensayo, argumentaré que Dios
existe. (SÍ)
•Este trabajo probará que la
institucionalización de un programa de validación para las escuelas primaria y
secundaria, conduce a una sociedad de mayor intolerancia y aislamiento entre
las personas de diferentes clases sociales.
Exponga sus argumentos
de uno en uno:
•Como regla general exponga un argumento
por párrafo.
•Incluir muchos puntos diversos en el
mismo párrafo sólo confunde al lector y hace perder aspectos importantes.
•Use su principal argumento para plantear
sus párrafos.
•Primero exponga sus intenciones con
claridad, y después puede utilizar el silogismo hipotético que ya analizamos.
•Primero formule su principal argumento en
un párrafo.
•Si no quiere incluir todos los pasos, al
menos dé una clara idea de hacia dónde quiere llegar.
•Luego explique y defienda este argumento,
y dedique un párrafo a cada premisa.
•Siga este modelo para todos los
argumentos, no solamente para las deducciones.
•Cuando las premisas se convierten en las
afirmaciones principales de párrafos separados, es precisamente su formulación
paralela la que mantiene unido el argumento en su conjunto.
No olvide la claridad:
•Quizá usted sepa exactamente lo que
quiere decir, para usted todo está claro, pero muchas veces no lo está para
cualquier otra persona.
•Las cuestiones que a usted le parece que
están relacionadas, a algún lector de su ensayo le pueden parecer totalmente
desvinculadas.
•Por lo tanto, es esencial explicar las conexiones
entre sus ideas, aun si le parecen absolutamente claras.
•¿Cómo se relacionan sus premisas entre
sí y fundamentan su conclusión?
•La claridad es tan importante para usted
como lo es para sus lectores.
•Las cuestiones que a usted le parecen
relacionadas puede que no estén realmente conectadas, y al tratar de
aclarar las conexiones descubrirá que aquello que le parecía tan claro no lo es
en absoluto.
•Una buena prueba sobre claridad consiste
en dejar de lado la primera redacción del trabajo durante uno o dos días, y
leerla entonces nuevamente.
•Otra buena prueba es mostrar su ensayo a
sus amigos para su lectura.
Apoye las objeciones
con argumentos:
•Al desarrollar sus argumentos de una
manera cuidadosa y completa, también tiene que desarrollar cuidadosamente y en
detalle los posibles argumentos de las otras partes, aunque no de un
modo tan completo como los propios.
•No afirme más de lo que ha probado
•Termine sin prejuicios:
–En conclusión, todas las razones
parecen favorecer el programa de validación, y ninguna de las objeciones se
mantiene en pie. Obviamente en el país se debería de adoptar un programa de
validación tan pronto como sea posible. (NO)
–Argumenté en este ensayo que hay al
menos una buena razón para adoptar el programa de validación. Aunque hay
algunas objeciones serias, parece posible modificar el sistema de validación
para hacerles frente. Merece la pena intentarlo. (SÍ)
LAS FALACIAS EN LA ARGUMENTACIÓN
•Extraer conclusiones de una muestra
demasiado pequeña.
•Olvidar las alternativas.
Relación de falacias:
•Ad hominen. Atacar a la persona de la autoridad alegada, en vez
de atacar sus cualificaciones.
•Ad ignorantiam. Apelar a la ignorancia.
•Ad misericordiam. Apelar a la piedad.
•Ad populum. Apelar a las emociones de la multitud, apelar a una
persona que se comporta como la multitud.
•Afirmar el consecuente. Una falacia deductiva: Si p entonces q. q.
Por lo tanto p.
•Ambigüedad. Usar una palabra simple por más de un sentido.
•Causa falsa. Término genérico para una conclusión cuestionable
sobre causa y efecto.
•Composición. Asumir que un todo debe tener las propiedades de sus
partes.
•Definición persuasiva. Definir un término de tal manera que
parezca neutral, pero que de hecho es sutilmente emotivo.
•Descalificar la fuente. Usar lenguaje emotivo para menospreciar
un argumento, incluso antes de mencionarlo.
•División. Asumir que las partes de un todo deben tener las
propiedades de un todo.
•Falso dilema. Reducir las opciones que se analizan sólo a dos, a
menudo drásticamente opuestas e injustas para la persona contra quien se expone
el dilema.
•Hombre de paja. Caricaturizar la opinión del oponente de tal manera
que resulte fácil refutarla.
•Negar el antecedente. Falacia deductiva: Si p entonces q. No-p.
Por lo tanto, no-q.
•Non sequitur. Extraer una conclusión que no se sigue.
•Palabras equívocas. Cambiar el significado de una palabra en
medio de un argumento, de tal modo que su conclusión pueda mantenerse aunque su
significado se haya modificado radicalmente.
•Petición de principio –petitio principii-. Usar de modo implícito la conclusión
como premisa.
•Pista falsa. Introducir cuestiones irrelevantes y desviar la
atención del tema principal.
•Post hoc, ergo propter hoc. (Literalmente: “después de esto, por lo
tanto, debido a esto). Asumir la causalidad demasiado pronto sobre la base de
la mera sucesión en el tiempo.
•Preguntas complejas. Exponer una pregunta o una cuestión de
tal manera que una persona no pueda acordar o discrepar con usted sin obligarse
con alguna otra afirmación que usted quiere promocionar.
•Provincianismo. Error por universalizar un hecho local.
•Suprimir prueba. Presentar sólo una parte de un conjunto de datos que
apoyen su afirmación, ocultando las partes que la contradicen.
LECTURAS
SUGERIDAS:
BEUCHOT,
Mauricio y Edgar González Ruiz. Ensayos sobre teoría de la argumentación. Universidad de Guanajuato, México, 1993.
ECO,
Umberto. Interpretación
y sobreinterpretación.
Tr. Juan Gabriel López Guix, Cambridge University Press, 2ª ed., Madrid, 1997.
MARTÍNEZ,
José Luis. “Orígenes
y definición del ensayo” en
El
ensayo mexicano moderno, I.
F.C.E., 3ª ed., México, 2001.
MOLL
SUREDA, María Elena. “El ensayo como estructura lingüística y construcción
de sentido” en Onomazein. No. 5, Chile, 2000.
PREISTLEY,
Maurer. Técnicas
y estrategias del pensamiento crítico. Ed. Trillas, México, 1996.
PUIG,
Luisa. Discurso
y argumentación: un análisis semántico y pragmático. UNAM, México, 1991. (Cuadernos del
Seminario de Poética, 15).
REY,
Jöelle. “La
argumentación en la divulgación científica” en Escritos. Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje. Número 17/18, Universidad Autónoma de
Puebla, México, enero-diciembre de 1998.
RICŒUR,
Paul. Teoría
de la interpretación. Discurso y excedente de sentido. Tr. Graciela Monges Nicolau, Ed. Siglo
XXI, México, 1995.
Mapa conceptual
MAPA CONCEPTUAL
Apreciado alumno.
Recuerde que un mapa conceptual es una técnica usada para la representación gráfica del conocimiento. Como se ve, un mapa conceptual es una red de conceptos. En la red, los nodos representan los conceptos, y los enlaces las relaciones entre los conceptos.
En este link pueden descargar el programa cmaptools que es una herramienta excelente para este propósito, muy amable en su presentación y muy didáctica para el sentido de la elaboración que se requiere; además de ser gratuito.
Una primera guía para abordar este propósito es la siguiente, para aquellos que no conozcan como acercarse a esta importante estrategia y la quieran conocer, así como enseñarla a otros:
http://www.eduteka.org/pdfdir/MapasConceptuales.pdf
Apreciado alumno.
Recuerde que un mapa conceptual es una técnica usada para la representación gráfica del conocimiento. Como se ve, un mapa conceptual es una red de conceptos. En la red, los nodos representan los conceptos, y los enlaces las relaciones entre los conceptos.
En este link pueden descargar el programa cmaptools que es una herramienta excelente para este propósito, muy amable en su presentación y muy didáctica para el sentido de la elaboración que se requiere; además de ser gratuito.
Una primera guía para abordar este propósito es la siguiente, para aquellos que no conozcan como acercarse a esta importante estrategia y la quieran conocer, así como enseñarla a otros:
http://www.eduteka.org/pdfdir/MapasConceptuales.pdf
El Elogio de la Dificultad
EL ELOGIO DE LA DIFICULTAD
Estanislao Zuleta[1]
La pobreza y la
impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como
cuando se trata de imaginar la
felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas,
países de Cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y
sin muerte. Y por lo tanto también sin carencias y sin deseo: Un océano de
mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente
inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.
Todas esas fantasías
serían inocentes e inocuas, si no fuera porque constituyen el modelo de
nuestros propósitos y de nuestros anhelos en la vida práctica.
Aquí mismo, en los
proyectos de la existencia cotidiana, más acá del reino de las mentiras
eternas, introducimos también el ideal tonto de la seguridad garantizada, de
las reconciliaciones totales, de las soluciones definitivas. Pude decirse que
nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos
capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos;
que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como
en la forma misma de desear. Deseamos mal. En lugar de desear una relación
humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra capacidad de
luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin sombras y sin peligros,
un nido de amor y por lo tanto, en última instancia un retorno al huevo. En
lugar de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar
arduamente para hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de la
satisfacción, una monstruosa sala-cuna de abundancia pasivamente recibida. En
lugar de desear una filosofía llena de incógnitas, y preguntas abiertas,
queremos poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por
espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente si han
existido.
Adán y sobre todo
Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del paraíso, nuestro pecado
es que anhelemos regresar a él.
Desconfiemos de las
mañanas radicales en las que se inicia un reino milenario. Son muy conocidos en
la historia, desde la antigüedad hasta hoy, los horrores a las que pueden y
suelen entregarse los partidos provistos de una verdad y de una meta absolutas,
las iglesias cuyos miembros han sido alcanzados por la gracia- por la
desgracia- de alguna revelación. El estudio de la vida social y de la vida
personal nos enseña cuán próximos se encuentran uno del otro de la idealización
y el terror. La idealización del fin, de una meta y el terror de los medios que
procurarán su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad
al ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en
un sistema de pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente
sometidos a la interpretación totalitaria: sus argumentos no son sus
argumentos, sino solamente síntomas de una naturaleza dañada o bien máscaras de
malignos propósitos. En lugar de discutir un razonamiento, se le reduce a un
juicio de pertenencia al otro- y el otro es, en este sistema, sinónimo de
enemigo- o se procede a un juicio de intenciones. Y este sistema se desarrolla
peligrosamente hasta el punto en que ya no solamente rechaza toda opción, sino
también toda diferencia: el que no está conmigo está contra mí, y el que no
está completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la Razón que consiste
en la petición de un fundamento último e incondicionado de todas las cosas, así
también hay un verdadero abismo de la acción que consiste en la exigencia de
una entrega total a la "causa" absoluta y concibe toda duda y toda
crítica como traición o como agresión.
Ahora sabemos por una
amarga experiencia que este abismo de la acción, con sus guerras santas y sus
orgías de fraternidad, no es una característica exclusiva de ciertas épocas del
pasado o de civilizaciones atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que
puede funcionar muy bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran
capacidad de inventiva y una eficacia macabra. Sabemos que ningún origen
filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina contra
el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma
un discurso particular - todos lo son - como la designación misma de la
realidad y los otros como ceguera o mentira.
El atractivo terrible
que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no
problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la
indecisión y la duda, la necesidad de pensar por si mismo, otorgan a sus
miembros una identidad exaltada por participación, separan un interior bueno -
el grupo - y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia,
se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio
por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más
espantosa facilidad. Y cuando digo aquí facilidad no ignoro ni olvido que
precisamente este tipo de formaciones colectivas, se caracterizan por una
inaudita capacidad de entrega y sacrificio; que sus miembros desean y aceptan
el heroísmo, cuando no aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo,
porque lo que el hombre teme por encima de todo, no es la muerte y el
sufrimiento, en los que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la
necesidad de ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el
amor y el respeto.
Un síntoma inequívoco de la dominación de
las ideologías proféticas y de los grupos que las generan o que someten a su
lógica doctrinas que les fueron extrañas en su origen, es el descrédito en que
cae el concepto de respeto. No se quiere saber nada del respeto ni de la
reciprocidad, ni de la vigencia de normas universales. Estos valores aparecen
más bien como males menores propios de un resignado escepticismo, como signos
de que se han abdicado las más caras esperanzas. Porque el respeto y las normas
sólo adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a
la gran misión, ya no pueden aspirar a
determinar las relaciones humanas. Y como el respeto es siempre el
respeto a la diferencia, solo puede afirmarse allí donde ya no se cree que la
diferencia pueda disolverse en una comunidad exaltada, transparente y
espontánea, o en una fusión amorosa. No se puede respetar el pensamiento del otro,
tomarlo seriamente en consideración, someterlo a sus consecuencias, ejercer
sobre él una crítica, válida también en principio para el pensamiento propio,
cuando se habla desde la verdad misma, cuando creemos que la verdad habla por
nuestra boca; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o
mala fe; y el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba
contundente de su falsedad, sin que se requiera ninguna otra. Nuestro saber es
el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él, sólo puede ser
imaginaria o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses.
Desde la concepción apocalíptica de la historia las normas y las leyes de
cualquier tipo, son vistas como algo demasiado abstracto y mezquino frente a la
gran tarea de realizar el ideal y de encarnar la Promesa; y por lo tanto sólo
se reclaman y se valoran cuando ya no se cree en la misión incondicionada.
Pero lo que ocurre
cuando sobreviene la gran desidealización no es generalmente, que se aprenda a
valorar positivamente lo que tan alegremente se había desechado o estimado sólo
negativamente; lo que se produce entonces, casi siempre, es una verdadera ola
de pesimismo, escepticismo y realismo cínico. Se olvida entonces que la crítica
a una sociedad injusta, basada en la explotación y en la dominación de clase,
era fundamentalmente correcta y que el combate por la organización social
racional e igualitaria sigue siendo necesaria y urgente. A la desidealización
sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral
por el solo hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida
cualitativamente superior.
Lo más difícil, lo
más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que intentar, es
conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la
interpretación paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es
valorar positivamente el respeto y la diferencia, no como un mal menor y un
hecho inevitable, sino como lo que enriquece la vida e impulsa la creación y el
pensamiento, como aquello sin lo cual una imaginaria comunidad de los justos
cantaría el eterno hosanna del aburrimiento satisfecho. Hay que poner un gran
signo de interrogación sobre el valor de lo fácil; no solamente sobre sus consecuencias, sino
sobre la cosa misma, sobre la predilección por todo aquello que no exige de
nosotros ninguna superación, ni nos pone en cuestión, ni nos obliga a desplegar
nuestras posibilidades.
Hay que observar con
cuánta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la vida
personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no
reciprocidad lógica; es decir, el empleo de un método explicativo completamente
diferente cuando se trata de dar cuenta de los problemas, los fracasos y los
errores propios y los del otro cuando es adversario y cuando disputamos con él.
En el caso del otro aplicamos el esencialismo: Lo que ha hecho, lo que ha
pasado es una manifestación de su ser más profundo; en nuestro caso aplicamos
el circunstancialismo, de manera que aún los mismos fenómenos se explican por
las circunstancias adversas, por alguna desgracia coyuntural. Él es así, yo me
vi obligado. Él cosechó lo que había sembrado; yo no pude evitar ese resultado.
El discurso del otro no es más que un síntoma de sus particularidades, de su
raza, de su sexo, de sus neurosis, de
sus intereses egoístas; el mío es una simple constatación de los hechos y una
deducción lógica de sus consecuencias. Preferiríamos que nuestra causa se
juzgue por los propósitos y la adversaria por sus resultados.
Y cuando de este modo
nos empeñamos en ejercer esa no reciprocidad
lógica que es siempre una doble falsificación, no sólo irrespetamos al
otro, sino también a nosotros mismos, puesto que nos negamos a pensar
efectivamente el proceso que estamos viviendo.
La difícil tarea de
aplicar un mismo método explicativo y crítico a nuestra posición y a la opuesta
no significa desde luego que consideremos equivalentes las doctrinas, las metas
y los intereses de las personas, los
partidos, las clases y las naciones en conflicto. Significa por el contrario
que tenemos suficiente confianza en la superioridad de la causa que defendemos, como para estar seguros de
que no necesita, ni le conviene esa doble falsificación con la cual, en verdad,
podría defenderse cualquier cosa.
En el carnaval de
miseria y derroche propio del capitalismo
tardío, se oye a la vez lejana y urgente la voz de Goethe y Marx que nos
convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de situar al individuo concreto
a la altura de las conquistas de la humanidad.
Dostoyevski nos
enseñó a mirar hasta dónde van las tentaciones del tener una fácil relación
interhumana: van no sólo en el sentido de buscar el poder, ya que si no se puede
lograr una amistad respetuosa en una empresa común se produce lo que Bahró
llama intereses compensatorios: la búsqueda de amos, el deseo de ser vasallos,
el deseo de encontrar a alguien que nos libere de una vez por todas del cuidado
de que nuestra vida tenga sentido. Dostoyevski entendió, hace más de un siglo,
que la dificultad de nuestra liberación procede de nuestro amor a las cadenas.
Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la angustia de
la razón.
Pero en medio del
pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico, el
psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio
del pesimismo de nuestra época surge la lucha de los proletarios que ya saben
que un trabajo insensato no se paga con nada, ni con automóviles ni con
televisores; surge la rebelión magnífica de las mujeres que no aceptan una
situación de inferioridad a cambio de halagos y protecciones; surge la
insurrección desesperada de los jóvenes que no pueden aceptar el destino que
les han fabricado.
Este enfoque nuevo
nos permite decir como Fausto:
"También esta noche, tierra,
permaneciste firme
Y ahora renaces de nuevo a mí alrededor
Y alientas otra vez en mí
La aspiración de luchar sin descanso
Por una altísima
existencia"
[1] Palabras pronunciadas al recibir el título de Doctor
Honoris Causa en Psicología de la Universidad del Valle
Suscribirse a:
Entradas (Atom)